Editorial: Signet
Año: 1966
Guion: Dick DeBartolo
Dibujo: Jack Davis, Mort Drucker
Grado: A-
Reseña: Hugo C
Como todos sabrán, Mad Magazine dejó de publicar material original en 2019 y ahora se dedica a republicar su archivo. Sin embargo, hubo un tiempo en que la revista sacaba material original ocho veces al año. La grilla anual se completaba con cuatro especiales, uno por cada estación, compuestos casi en su totalidad por una mezcla de material publicado durante los últimos cuatro años. Asimismo publicaban libros de bolsillo, la mitad de los cuales contenía material ya publicado en la revista y adaptado a ese formato, mientras que la otra mitad consistía en material totalmente inédito.
Hoy les traigo la reseña de uno de esos libros con material nuevo –o que al menos lo era hace más de 50 años. Se trata de A Mad Look at Old Movies (1966), un volumen dedicado a parodias de viejas películas.
No se trata del tipo de parodias –o "sátiras"– que la revista solía ofrecer en sus números regulares. Aquellas eran específicas, y consistían en una versión de una película o serie de TV determinada, contando el argumento base –con las desviaciones propias de la parodia– y buscando el parecido con los actores de la película a parodiar.
En el caso de este libro, no se parodia a una película en particular, sino más bien a los lugares comunes de diversos géneros: las películas de Tarzán, las de Shirley Temple, las de detectives de la serie negra y los musicales. Debido al pequeño formato del libro, cada página tiene sólo entre una y tres viñetas.
La primera historia está dibujada por Mort Drucker y es una aventura de Tarzán. Lo primero que llama la atención es que Drucker dibuja a Tarzán con el rostro de Marlon Brando. Si bien Drucker no tiene problemas en dibujar humorístico, su fuerte ha sido siempre la caricatura, por lo que se entiende el que haya optado por una como protagonista, a pesar de que, en rigor, es innecesaria y bien podría haber dibujado un muñeco más genérico. El resto de los personajes lo son, excepto uno de ellos que es una trasposición de Smilin' Jack, uno de los personajes favoritos de Drucker.
Luego toma la posta Jack Davis con una historia en la que una tierna niña quiere que su caballo gane en el hipódromo. La parodia pasa ahora por las películas de Shirley Temple de los años 40. Davis está en su salsa, aplicando su estilo humorístico a niños, hombres y bestias por igual. A diferencia de Drucker, Davis en ningún momento busca el parecido con actor o actriz alguna, con el único interés puesto en la expresividad de los personajes.
La tercera historia, también dibujada por Davis, es una parodia de los relatos del Hombre Delgado –el detective creado por Dashiell Hammett– en la que una clienta le encarga que investigue el homicidio de su jefe. Los personajes son sacados del surtido habitual que maneja Davis quien, al igual que en el resto de sus historias en este libro, resuelve en base al uso de la aguada y de las tramas mecánicas.
Cierra el libro una historia de Davis acerca de una florista que sueña con debutar en una comedia musical. El estilo y los recursos con que resuelve los dibujos de esta historia son los que emplea en las anteriores, siempre subordinados al guión de DeBartolo. En ninguna de sus historias Davis deslumbra, pero cumple sin mostrar nunca flancos débiles.
De modo que, gráficamente, el libro consta de un 25 por ciento de Drucker y un 75 por ciento de Davis. Uno es el gancho, el otro es el relleno. Digo esto sin desmerecer los méritos del dibujo de Davis, que es excelente, pero hay que tener en cuenta que Drucker, debido principalmente a su manejo de las parodias que se publicaban en la revista principal, estaba en la cresta de la ola y era en aquel momento el centro de atención indisputable.
El guión de Dick DeBartolo tiene la eficacia habitual para mezclar adecuadamente situaciones absurdas y diálogos imposibles, aunque en este caso el libreto suena a vodevil –como si fuera el de una película de los Hermanos Marx– y los diálogos bien podrían haber sido tomados de un programa radial.
Cierro la reseña con un ejemplo: en la historia del Hombre Delgado, vemos cómo muere el Dr. Clinton. El asesino le dispara, luego lo apuñala, lo obliga a ingerir un frasco de pastillas, le ata una cortina alrededor del cuello y lo arroja por la ventana. Más tarde, la enfermera habla con el policía a cargo:
- ¿Cómo murió el doctor?
- Un accidente típico. Estaba lustrando un arma de su colección, que estaba cargada sin que él lo supiera, y apretó el gatillo por error. La bala penetró en su cráneo causando un severo dolor de cabeza, que intentó aliviar ingiriendo un frasco de pastillas para dormir. Cuando esto no funcionó, fue a la ventana para pedir ayuda. La ventana estaba atascada, así que intentó abrirla con una navaja. Se abrió de golpe, haciéndole perder el equilibrio. Trató de evitar la caída atándose la cortina alrededor del cuello pero ésta cedió, así que cayó a la calle, apuñalándose en la espalda con la navaja que tenía en la mano. Vemos esta clase de accidente todos los días.