Editorial: DC / WildStorm
Año: 2003
Guion: Warren Ellis
Dibujo: Cully Hamner
Color: David Self
Grado: B
Reseña: Hugo C
Lo primero que he hecho antes de sentarme a escribir esta reseña ha sido ir a la revistita y chequear la indicia, y efectivamente, el título del cómic es RED, todo con mayúsculas. Según la película de 2010, es una sigla que significa: Retired, Extremely Dangerous, es decir, Jubilado, Extremadamente Peligroso. Pero olvidémonos de la o las películas. En el cómic, RED es sólo el título y nunca se menciona ese acrónimo –aunque el color se utiliza un par de veces como un código de emergencia–, pero sí, el protagonista es un jubilado llamado Paul Moses, que vive en su casita lejos del mundanal ruido, haciendo sus crucigramas, regando sus begonias, tomando Tang con hielo y llorando cuando algún flashback inoportuno le recuerda a alguna de sus víctimas. Ah, es un asesino jubilado. Pero ojo, ahora ya no mata a nadie, que quede bien claro.
Lo que Moses desconoce y nosotros sabemos –ya que hemos leído las primeras tres o cuatro páginas de la historia y él no– es que la CIA tiene nuevo director y éste, que es un mequetrefe que se asusta de su propia sombra, ha decidido cargárselo ya que, según él, su sola existencia comporta un riesgo de seguridad. Porque hete aquí que Paul Moses es un asesino jubilado del gobierno. El director sigue en sus trece y que quede claro que se lo intenta disuadir. Ya se sabe, si no está roto no lo arregles, no molestes al perro que duerme y todo eso, pero no hay caso, el muy cobarde insiste en hacer desaparecer a Moses y tiene el poder –o al menos, los recursos humanos y financieros– para hacerlo.
Y así es que llegamos al detonante de esta historia: un grupo de asesinos de la CIA llega a la humilde casita donde vive nuestro simpático jubilado, quien en un quítame allá estas pajas se los carga a todos y cada uno de ellos sin que se le afloje la dentadura postiza. Y tras determinar quién está detrás de este atentado, Moses toma su automática, un par de cargadores y dos frascos de pastillas para la hipertensión y se dirige a Langley a buscar venganza. ¡Ay de quienes se crucen en su camino! Resultan ser unos cuantos, por supuesto, y obviamente terminan mal, muy mal.
Con esto termina el primer fascículo de esta apasionante y sencilla historia en tres entregas. Una vez planteada la situación, los números 2 y 3 (de 3) nos van mostrando el caminito que va siguiendo Moses, como una especie de Jason Voorhees bueno (?) que va sin prisa pero sin pausa desde su casa hasta donde se oculta el infeliz que firmó la orden para su ejecución. Y no nos engañemos, tratar de negociar con Moses es inútil, aunque le prometas el 82 por ciento móvil y medicamentos gratis.
Como ven, la historia es sencillísima, muy cuadrada y lineal, algo más bien raro para un guión de Ellis, pero que funciona a la perfección para ser contenida en tres revistitas de 24 páginas. El dibujo de Hamner está bien, es sencillo y efectivo, los colores de Self cumplen; aún así uno a veces siente que faltan cinco para el peso –tal vez por la total carencia de efectos de sonido–, aunque no importa mucho; posiblemente un mal dibujo le restaría efectividad al asunto, pero esta historia hubiera podido ser dibujada por Brian Bolland o por Alex Ross o por Moebius o por Robert Crumb o por Gustavo Sala y en todos los casos hubiera funcionado.
Para aquellos que hayan visto al menos una de las dos películas protagonizadas por Bruce Willis comento que RED carece de todos los adornos y rellenos de Hollywood: cero humor, el personaje de John Malkovich no existe, el de Mary-Louise Parker sí, pero de otra forma, y los demás ni aparecen para saludar. (Incluso Paul Moses pasa a llamarse Frank.) Sin embargo, una vez que comienza a rodar, este cómic es palo, palo, palo y a la bolsa pero con las vueltas de tuerca necesarias para no aburrir; no pierde foco en ningún momento y la cámara rara vez abandona a Moses y su venganza inexorable, lo que hace de RED una lectura que satisface de principio a fin.
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