Editorial: Dark Horse / Archie
Año: 2015
Guion: Alex de Campi
Lápices: Fernando Ruiz
Tintas: Rich Koslowski
Grado: B-
Reseña: Hugo C
Así, sin anestesia, este crossover tiene tanto sentido como uno de Batman con Hijitus. Y sin embargo, uno lo lee y no está tan mal. ¿Se trata de una genialidad o de una estupidez inenarrable? A ver. Primero hay que entender que así como Predator tiene su hinchada, para los norteamericanos los cómics de Archie son una institución nacional que corre por otro camino que los cómics más típicos de héroes y monstruos –como Condorito para los chilenos, Patoruzú para los argentinos o Mortadelo para los españoles– y tiene su porción de público fiel. Así como pasa con los cartoons de Scooby-Doo, incluso quienes no somos fanáticos de estos cómics conocemos al menos a los cuatro personajes principales: Archie Andrews, Betty Cooper, Veronica Lodge y Jughead Jones (conocido en Latinoamérica como "Torómbolo"). A diferencia de Scooby-Doo, el cómic cuenta con un numeroso elenco de secundarios –amigos, vecinos, parientes, profesores–, lo que es normal siendo que las historias de adolescencia de Archie se vienen contando desde fines de 1941.
Pero lo importante es que hay un adolescente pelirrojo y hay dos chicas que se lo disputan, una es rubia y pobre, la otra es morocha y rica. También hay un cuarto adolescente cuya mayor ambición en la vida es batir su récord de ingesta de hamburguesas y malteadas en el bar del pueblo, pero lo que lleva adelante la serie es la interacción entre Archie, Betty y Veronica.
- Aaaaaaaaah, por eso la armadura anti-Hulk se llamaba Veronica…
- Así es.
- Porque la novia de Banner se llamaba Betty…
- Exacto.
Así que tras décadas de dimes y diretes, los directivos de Archie Comics deciden finiquitar la historia y hacen que el adolescente epónimo se decida por… Verónica, y la indignación es tal que cuando las masas enardecidas amenazan con profanar la tumba de Bob Montana, a alguien se le ocurre la brillante idea de insertar una realidad paralela en la que el pelirrojo se queda con la rubia y no con la morocha, y es entonces cuando Archie Comics descubre el concepto de multiverso. Porque hasta aquí, aberraciones como Archie conoce al Castigador (1994) no eran sino parte de la historia oficial de Riverdale.
Lo que nos termina trayendo –con muchos atajos y omisiones– a Archie vs. Predator (2015). A estas alturas ya hemos tenido un cómic en el que Veronica es una vampira, uno en el que Jughead es un hombre lobo, uno en el que Archie ha muerto y lo acompañamos en su vida de ultratumba, uno en el que Jughead viaja al futuro y se enfrenta a una versión maléfica de sí mismo, y uno en el que… bah, ya me entienden, básicamente cuanta permutación trasnochada se les puede haber ocurrido a los guionistas, excepto… esto.
Han terminado las clases en la preparatoria de Riverdale y Archie y la peña se preparan para sus vacaciones. Sin duda deben estar ya un poco aburridos de lo mismo, especialmente si tenemos en cuenta que tras más de 70 años siguen en la prepa. Sus compañeros más adinerados se burlan de ellos, pero hete aquí que por una vez la glotonería de Jughead da dividendos y el tipo se encuentra un vale por un viaje a los trópicos cortesía de un paquete de patatas fritas.
Y ahora, siéntense a escuchar el relato de un viaje fatal que empezó en el puerto tropical cuando, por culpa de Betty y Veronica, un Predator –también adolescente– comienza a cargarse a los amigos de Archie, comenzando por la parejita de snobs insoportables que se burlaban de ellos. Los sobrevivientes ponen pies en polvorosa y regresan a Riverdale, pero con el Predator oculto en el equipaje. De ahí en más, van cayendo los muñecos y nadie tiene la vida asegurada, como en los What If? de la Marvel o en los Elseworlds de la Distinguida Competencia.
Es un poco raro ver la carnicería que desata el Predator ilustrada en el estilo tradicional de Archie Comics, pero lo cierto es que si en algo se escatima no es precisamente en la sangre. Obviamente, todos los personajes están un poco fuera de lo que son en sus cómics ordinarios, pero al menos se los despacha con rapidez. Y por supuesto que hay muchas libertades argumentales y casualidades y uno revolea los ojitos demasiadas veces y posiblemente de tratarse de una edición en papel uno también revolearía la revista, pero estoy leyendo en digital y esta notebook me ha costado unos cuantos pesitos así que no pienso destruirla tan sólo porque me indigne la casualidad de que justamente hoy Dilton tenga lista una armadura indestructible en su laboratorio, o de que haya una especie de pozo de Lázaro –aunque más tecnológico que el de Ra's Al Ghul– en los sótanos de la mansión Lodge.
Como ya dije, el dibujo es en el estilo tradicional de Archie Cómics, sencillo a más no poder, pero aún así por momentos parece apresurado, como si Fernando Ruiz estuviera dibujando en la ventanilla del mostrador de la FedEx o si simplemente quisiese desembarazarse de este triste asunto para ocupar su talento en alguna cosa de provecho. Aún así, los cómics de Archie suelen republicarse en formato digest, es decir, a un tamaño menor al de los cómics tradicionales, en el que no suelen notarse tanto estas cosas. En cuanto al guión, es correcto –Alex de Campi es una autora habitual de este tipo de historias– pero está hecho siguiendo la línea de puntos y por momentos se le ven demasiado las costuras a la cosa. Sin embargo, a pesar de las numerosísimas cosas que se le pueden reprochar, Archie vs. Predator termina resultando una lectura entretenida, y al fin y al cabo, eso es lo que uno ha venido a buscar y poco más se le puede pedir.
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