Títulos en español: La Reportera del Crimen (Latinoamérica), Se ha escrito un Crimen (España).
Género: Misterio, policial.
Creado por: Peter S. Fischer, Richard Levinson y William Link.
Protagonista: Angela Lansbury.
N.º de temporadas: 12.
N.º de episodios: 264.
Telefilmes: 4.
Reseña: Constantinopolitano
"Columbo" fue un éxito inesperado... y, a la vez, origen de muchos problemas. A los guionistas Richard Levinson y William Link se les atragantó pronto la elección de Peter Falk, que fue, más o menos, una i/mposición del estudio. Primero, se suponía que un teniente de la policía debía ser un sesentón (un personaje como el Harry Ambrose de "The Sinner"), no un cuarentón. Y después estaba la letanía creciente de exigencias de Falk, que fue a más y derivó la serie hacia la comedia (!?). Cualquiera que vea "Last Salute to the Commodore" (2.3.1976) encontrará un recital de pésimos fallos debidos a la propensión del actor hacia el sainete y comprenderá porqué la serie declinó junto con su verosimilitud.
En "A Murder, She Wrote" Levinson y Link quisieron enmendar pasados errores. En primer lugar, se propusieron evitar trabajar con una diva. Dado que las mujeres en Hollywood a partir de los 40 años tenían poca carrera por delante, estaban también más acostumbradas a moderar sus expectativas que los hombres. Lansbury, por ejemplo, sólo encontraba papeles como criada o camarera. Así pues, la elección de una mujer como protagonista no se hizo por motivos feministas. En segundo, desestimaron a cualquiera que fuera una Norma Desmond (para evitar previsibles ramalazos temperamentales). Doris Day fue rechazada sin más por Levinson y Link, aunque Fischer la idolatrara; ella les pidió la Luna y tras recibir la negativa, su agente fue largando que ella había sido quien declinó la oferta. Se pretendió a una actriz secundaria de la época dorada de Hollywood, alguien que despuntó, pero que jamás despegó. Lansbury lo era. En "Gaslight" (1944) llamó la atención, pero fue encasillada como la eterna chacha. En tercer lugar, el rol estaba definido por el personaje de Mrs. Marple de Agatha Christie, de manera que se pretendía a alguien que hubiera ya representado un personaje similar. Casualmente Lansbury había interpretado dicho papel en la producción cinematográfica "El Espejo Roto" (1980). Y, finalmente, la candidata tenía que arriesgar su propio dinero para asegurar un compromiso total con la producción que fuera rentable (recuérdese, por ejemplo, que Falk se negó a rodar más de 6 capítulos por año para dedicar el grueso de su tiempo a otros proyectos). Peter Shaw, marido de Angela Lansbury, se avino a financiar los primeros capítulos de la serie.
Un problema fue la edad de la protagonista. Tenía 59 años al comenzar la producción y casi 71 al terminar. Al final de la cuarta temporada comunicó la necesidad de alargar los tiempos de rodaje de cada episodio (de 7 a 8 días), porque con el trajín habitual terminaba como Foreman tras encarar a Cassius Clay. Durante las dos siguientes temporadas se echó mano de otro recurso para alargar sus descansos. A veces Lansbury aparece sólo en la presentación y epílogo de algunos episodios protagonizados por amigos de Jessica (como el investigador principal Harry McGraw, el ladrón reformado Dennis Stanton o Michael Hagarty, agente del MI5). El año en que la CBS clausuró la serie, Lansbury cumplía 70 años y había planeado retirarse. Volvió a reaparecer en cuatro filmes posteriores (1997-2003). La propia actriz, que alguna vez manifestó su deseo de volver a interpretar a J. B. Fletcher, desestimó tal anhelo al considerar que el papel se ajustaba a una persona activa y que ella ya sólo lo era en el jardín. Volver a transformarse en el personaje pretérito le parecía un deseo ridículo.
Hay que subrayar que Lansbury se comprometió con la serie hasta el punto de ser personalmente responsable de evitar su colapso. La serie cayó en los índices de audiencia durante la séptima temporada y estuvo a punto de ser cancelada. La actriz asumió el cargo de productora ejecutiva, contrató un nuevo equipo de producción, trasladó el personaje y la historia de Cabot Cove a la ciudad de Nueva York y convirtió a J.B. Fletcher en una urbanita que usaba el PC, vestía de modo elegante e interactuaba con gente joven. En la novena temporada, el programa volvió a situarse entre los 5 primeros en el ranking de audiencias.
Con "Columbo", Levinson y Link continuaron la tradición del suspense de las películas de Hitchcock. El espectador sabe desde el principio quién es el criminal, alguien que siempre se trata de una personalidad autoritaria. Se presenta el crimen y el teniente se pega como una lapa debido a algún detalle intrascendente más o menos oculto para el televidente. La catarsis del espectador procede de la manera como el asesino, un privilegiado dentro del sistema, va quedando expuesto a su pesar y sus intentos vanos por contener la investigación y detener su aproximación a la cárcel. Sin embargo, "A Murder, She Wrote" se alinea en una tradición diferente, aparentemente obsoleta tras el triunfo de la narrativa de D. Hammett, R. Chandler y R. MacDonald. La apuesta de Fischer, Levinson y Link fue contracorriente en el espectro de la cultura norteamericana del siglo XX. Consideraron que la novela negra era una proyección del western, un producto intelectualmente neaderthaloideo y pergañaron una serie de misterio, a la vieja usanza, alineados con la orientación de Agatha Christie, Conan Doyle y Allan Poe.
En realidad, la fórmula que les llamó la atención procedía de la serie de una animación de Joe Ruby, Ken Spears e Iwao Takamoto, muy popular entre la gente joven de finales de los 60s: "Scooby-Doo" (1969-1971). El gore, el sexo y la resolución a base de tiros fueron tan irrelevantes en "Murder, She Wrote" como en una serie de animación creada para la programación matinal de los sábados, destinada a evitar las censuras de los cristianos. ¿Fueron culpables de victorianismo? Posiblemente, pero como contraprestación crearon un producto intelectualmente interesante. El espectador inteligente de "A Murder, She Wrote" se puede implicar como si fuera testigo de un crimen y los episodios ofrecen siempre suficientes pistas para que sea capaz de identificar al asesino unos cinco minutos antes de que J. B. Fletcher desvele la incógnita. La experiencia y conocimientos previos que tenga el espectador son ventajas extra en el proceso deductivo. Por ejemplo, en "Deadly Lady" (7.10.1984) se ha de proceder por reducción al absurdo, fijándote en quiénes no pueden ser el asesino. En "Birds of a Feather" (14.10.1984) la clave está en lo que debiera estar y no se ve. En "Death Takes a Curtain Call" (16.12.1984) el conocimiento de los signos de estar enamorado o saber un poco de ruso te permite anticipar quien ha cometido el asesinato del agente del KGB. Sin embargo, los guionistas también tuvieron talento suficiente como para despistar a los listillos. En "Death Casts a Spell" (12.9.1985) y "Broadway Malady" (13.1.1985) los sospechosos más evidentes se ocultan recurriendo a pistas falsas, pero en "Capitol Offense" (23.9.1985), ocurre justo al contrario: los sospechosos potencialmente más verosímiles de un crimen, sólo lo son de encubrimiento. A menudo se echa mano de actores encasillados para confundir al espectador, presentando malvados habituales que, sin embargo, son inocentes del crimen (por ejemplo, en "Broadway Malady" aparece Patrick O'Neal y en "Capitol Offense", el incombustible Mitchell Ryan). La doble hermenéutica (como mero espectador o como aspirante a detective) resulta sugestiva y los guionistas jugaron con ella (aunque a veces hicieran incursiones en el suspense).
Cada capítulo de la serie es conclusivo. Algunos episodios son dobles, pero los casos se resuelven sin que exista continuidad entre ellos aparte del periplo vital de la protagonista. Ahora bien, la fe en los perfiles se desacredita – cosa que resulta bastante intranscendente según la criminología, a pesar de ser el eje de series como "Criminal Minds" (2005– ) o "Mindhunter" (2017–2019). Cualquier persona, incluso la más amigable, puede resultar ser un asesino y el azar influye tanto como la planificación más premeditada, lo que convierte en un arte la tarea de determinar quién es el responsable de un homicidio.
La descripción de la policía resulta poco laudable, pero también es verosímil. Son eficaces, sí. Sin embargo, se rigen por el principio de economía: como tengan a alguien a quien encasquetar un crimen, dejan de buscar y pasan a otro caso. Son trabajadores oportunistas que aprovechan si otro les hace el trabajo para marcarse un tanto, como ocurre con el amigable Sheriff Amos Tupper o el superficial teniente Mike Hernandez de "Hooray for Homicide" (28.10.1984). En la serie se realiza una parodia benévola de Columbo en "Capitol Offense" (6.1.1985). Se trata del teniente Avery Mendelsohn con gabardina, calvo, con barba y achaques que declara su mediocridad: dice que si hubiera sido listo habría estudiado medicina y piensa que habría tenido una vida más tranquila de haber ingresado en la compañía de teléfonos. Los hay algo duros de mollera, como el teniente Bergkamp en "Death Casts a Spell" (30.12.1984). Sin embargo, pueden llegar a ser muy incompetentes, como el sargento Moreno de la policía de NY de "Broadway Malady" (13.1.1985), el cual queda retratado como un funcionario ávido por dejar cerrado cualquier caso en cuanto encuentra la oportunidad. Frente a todas esas variaciones de mediocridad J. B. Fletcher tiene don de gentes, sabe estar y no necesita mostrar modales dudosos para realizar sus investigaciones. A veces resulta entrometida, pero su campo de acción no se ve limitado por las condiciones de un trabajo. El inspector más cercano a este personaje quizás haya sido Jimmy McNulty de "The Wire" (2002–2008). A un buen detective le debe motivar el juego de resolver un crimen como quien rellena un crucigrama. Ve en el asesinato un desafío para su curiosidad intelectual y esto le da alas para resolverlo, aunque en el caso de McNulty eso conduzca a la insubordinación. Fletcher cuenta con la ventaja de no tener que responder ante un mando, sino sólo ante un editor.
La CBS suspendió la serie no por baja audiencia, sino porque los anunciantes habían dejado de contratar spots en los intermedios al suponer que la franja de espectadores era vieja y poco dada al consumo. Los jóvenes son mucho más proclives al fanatismo y a consumir cualquier mierda que vean en manos de sus ídolos. Así que una setentona no resultaba icónica para la generación más proclive al consumo, que la veían como una vieja. La CBS desplazó a la serie al horario de máxima audiencia con objeto de que perdiera a parte de sus seguidores, no consiguiera competir con sus rivales y ahorrarse indemnizar a los productores mostrando que el producto había caído en los rankings de audiencia.
Cuando comenzaron a emitir esta serie yo era joven. Lo último que deseaba ver en aquella TV con sólo dos cadenas era a una jubileta entrometiéndose en las vidas ajenas. Me apetecía mucho más ver gente joven (o sea, tías macizas). Sin embargo, terminé apreciando la variedad de las tramas y el "viaje". Cada capítulo te llevaba a alguna parte a donde jamás irías y asistir al contacto mutuo de una variedad muy diversa de personas con las que nunca ibas a estar en relación. Los escenarios eran luminosos y estaban bien elegidos para que esas vacaciones momentáneas resultasen agradables, comenzando por el hogar de J.B. Fletcher en Cabot Cove. Tiempo después conseguí seguir la serie con mayor frecuencia debido a sus doce temporadas y las sucesivas reposiciones. Para entonces, un fenómeno que me dejaba perplejo (y afecta a la mayoría de los productos cinematográficos) era su caducidad. Lo que tiempo atrás juzgaba interesante e, incluso, sublime, después me pareció caca de perro. Por ejemplo, el inefable bodrio "Basic Instinct" (1992). Sin embargo, a propósito de las andanzas de J.B. Fletcher, cuanto más años he cumplido, más me ha gustado. Volví a reencontrarme con ella gracias al papel que juega en las aventuras de Jimmy McGill en "Better Call Saul" (por cierto, la madre de Lansbury y el apellido de soltera de Jessica es Macgill... vaya, vaya). Me deja buen sabor de boca y un sentido optimista de entender la existencia que aprecio.
Richard Levinson murió en 1987, sin saber que la serie que había ayudado a concebir tendría por delante muchos años de éxito. William Link, amigo de Levinson desde el primer día de pisar en el instituto de secundaria, falleció hace poco, en 2020. Peter S. Fischer sigue vivo. Se retiró y durante algún tiempo le entretuvo el golf. Pero desde 2010, al volverse octogenario, se ha dedicado a realizar en la vida real lo que J.B. Fletcher hacía en la ficción: escribir novelas de misterio. Es autor de "The Hollywood Murder Mysteries". Lleva ya 23 títulos. Genio y figura.
Y todo, gracias a la curiosidad que en Levinson y Link despertó una serie de animación, "Scooby Doo", la cual pretendía evitar las censuras del público protestante y subrayar el fraude del ocultismo.